Oficina. Ezequiel Hage y Diego García Scotto, sentados a una de sus mesas, cuya vida útil es “hasta que te aburrís.”
Como un capricho”, dice Diego García Scotto, en un parate de trabajo en su estudio de diseño se le ocurrió desarrollar muebles de plástico “que tuvieran carga semántica y estética, no como los de supermercado”.
En realidad, las premisas eran varias: tenían que ser no sólo “de culto” en cuanto a la belleza que les daría el plus de diseño, sino también muy “usables”, funcionales y, para ello, “tecnológicos”. Y debían tener la mayor aptitud posible para el reciclado.
Cuando logró –hace cinco años- diseñar una familia de productos que cumplían con todos estos requisitos, se preguntó por qué no dar un paso más y fabricarlos. Acudió a su matricero de confianza, Ezequiel Hage, y él le propuso hacer el negocio juntos.
Ése fue el inicio de Nodobjetos: la fusión de un estudio de diseño industrial –que, por otra parte, García Scotto mantiene- con una matricería. “Yo imaginaba venderles mis muebles a colegas, no que tuviera una aceptación tan alta tan rápido”, comenta García Scotto. El primer año, sus sillas, sillones y banquetas fueron premiados en Casa FOA.
Rotomoldeo La materia prima es polietileno, el termoplástico con mayores posibilidades de reciclado. Tienen que importarlo desde Brasil o México, porque allí lo consiguen con UV grado 8, que impide completamente que el sol lo decolore. “Estamos en contra de la obsolescencia programada: el sillón te va a durar hasta que te aburras y lo regales, pero no vas a tener que tirarlo porque se rompa o se raje”, indica el emprendedor.
El material llega a la fábrica en San Justo molido, con una textura como la de polenta; se mete en la matriz, se la introduce en el horno y, de una manera parecida a los pollos en el spiedo, ésta empieza a girar. Con eso, el plástico pasa al estado líquido y copia la forma de la matriz. Esta tecnología se llama rotomoldeo.
“Si bien, a causa de este proceso, no podemos tener precios muy bajos, trabajamos para que tampoco fueran objetos de culto; que resulten accesibles a la mayor cantidad posible de gente”, destaca García Scotto. “Podemos fabricar un sillón por hora, mientras que una de esas típicas sillas de jardín plásticas de supermercado demanda 3 ó 4 minutos”.
Desde ese momento, agrandaron la familia a razón de 5 – 6 artículos por año. En 2014 decidieron plantarse en sólo dos lanzamientos anuales; y para el próximo planean estabilizarse en uno, a fin de concentrarse en optimizar los procesos productivos y hacerlos más sustentables.
En ese itinerario, al polietileno le fueron sumando otros materiales como madera, luces LED –para las unidades de color blanco lavado, que se iluminan internamente-, porcelanato y estructuras más cementicias. En 2016 se incorporarán cerámicos. Hoy la colección consta de 23 ítems.
Otro factor de la “concepción Nodo” es ir en armonía con la tendencia actual de la arquitectura en cuanto a romper la frontera entre ambiente interior y exteriores. Aunque los porteños están familiarizados con la vista de objetos Nodo en espacios públicos, como ciertas estaciones de subterráneo o patios de comida en shoppings, se trata de muebles que también pueden otorgar identidad, calidez y elegancia a los ambientes interiores de una vivienda o un hotel.
A los dos años y medio de andar, los socios buscaron un mentor que los ayudara a organizarse como empresa: hacer el acuerdo societario, separar roles, delegar, contratar gente. En parte, fue de este proceso que surgió el esquema de comercialización.
Los productos de Nodo van por canal mayorista a través de revendedores y distribuidores, 75% de los cuales está en el interior del país. El consumidor final puede comprarlos en algunas tiendas en la Ciudad de Buenos Aires, en el showroom en Vicente López o mediante e-commerce, a través de la página web de la firma.
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Edición Nº: 9655 10 de Septiembre de 2022
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